«Sarah Dry añade que incluso se confeccionó una lana radiactiva para hacer ropas de bebé: «Al tricotar las prendas para su bebé, utilice la lana O-Radium, una preciosa fuente de calor y energía vital, que no encoge ni se apelmaza.» Desde luego espeluzna leer algo así. El radio estaba presente en cantidades ínfimas en todos estos preparados, por supuesto, porque se trataba de una sustancia muy difícil de obtener y por consiguiente carísima; pero incluso en esas dosis mínimas el nivel de radiación era muy superior a lo que hoy se admite. Ese frenesí del mercado por sacar provechos económico de la nueva mina de oro resulta conocido y repugnante, sobre todo cuando te paras a pensar que probablemente comercializaron la lana tóxica como un producto para bebé precisamente porque era cara, ya que por nuestros hijos estamos dispuestos a hacer más sacrificios (piensa en esas familiaa de escasos recursos, piensa en un niño de salud delicada, piensa en unos padres que no pueden pagar buenos médicos pero que, haciendo un gran esfuerzo, le compran esa lana radiante y supuestamente sanadora con la que tricotarán al bebé enfermo una amorosa rebequita radiactiva).»
O-Radium, la lana radiactiva
(Acerca del delirio que provocó el descubrimiento del radio, ese peligroso elemento radiactivo al que se atribuían toda clase de propiedades curativas y se recomendaba para aliviar todos los males…)
Es un fragmento del libro «La ridícula idea de no volver a verte», de Rosa Montero.